A lo largo de
nuestras vidas vivimos situaciones donde pensamos que ya no podemos avanzar más,
donde decimos que no hay más futuro y donde actuamos como si Dios no pudiera
intervenir, pero eso no es el estilo de Dios.
Recuerdo a un joven
que lo alejaron de su familia, sus propios hermanos lo traicionaron, lo
vendieron y lo llevaron a un país que no sabía sus costumbres ni su idioma. Una
vez ya estable en un trabajo que le iba bien, fue acusado injustamente por algo
que no hizo, por lo que estuvo encarcelado, donde me imagino que los primeros
días era de nostalgia, pensando dónde iba a llegar su vida.